A mediados de los 80, un decreto presidencial de Osvaldo Hurtado, convertía a los cómics en artículo de lujo. Su consumo decayó y en América Latina sucedían hechos que anunciaban la inminente desaparición en la cultura de masas, para convertirla en producto de difícil acceso. En México, el terremoto había destruido a la mítica imprenta Novaro, encargada de la impresión y distribución de cómics en español y en las ciudades, la venta de revistas en quioscos callejeros caía.
Los superhéroes de Marvel parecían perder la batalla y al menos en Ecuador, poseerlos era tema de coleccionistas. En medio de ese panorama se inauguraba en Guayaquil Toys and Comics, espacio que empezó dedicado a la venta de revistas y muñecos y terminó armando grandes tertulias en torno a la melancolía que generaban estos personajes. Con ese escenario como contexto, Mauricio Gil -35 años, publicista y diseñador industrial- madura la idea de agrupar a gente con su mismo interés: rescatar al noveno arte .
Arrancaron gracias a una sucesión de eventos que parecían converger. Mall del Sol organizaba la I feria de cómics de la ciudad y luego, la Universidad Casa Grande se interesó por exponer trabajos de autores ecuatorianos. Iniciaba una labor de hormiga.
"Fuimos a muchas instituciones para obtener apoyo. Crear el club de cómic significaba rescatar un medio artístico que siempre ha estado presente, desde el arte rupestre, y que es el reflejo de lo que sucede en una sociedad en determinado momento de la historia. Lo que nos interesa es mostrar la evolución de este arte a nivel mundial, promover la exposición de los trabajos de países vecinos e incentivar a los creativos nacionales a seguir trabajando en sus propias historias", cuenta, en medio del movimiento que se formó en una de las salas de la Casa de la Cultura, a propósito del mes del cómic.
El tema evolucionó y para el 2000, Mauricio ya gestionaba su propia revista y se contactaba con Melvin Hoyos, director de la Biblioteca Municipal y mayor coleccionista de cómics de Latinoamérica, para idear formas de interacción con el público. La respuesta de la gente crecía. Armaban charlas, foros y en cada presentación había expectativa; el club de cómic se dedicaba a la muestra y a la presentación de este arte como un tema que nos describe a través de la construcción de figuras exageradas, diálogos que se funcionaban como figura referencial de los tiempos.
Más de 10 años después, contabilizan sus propios logros. "En el 2000 editamos una revista; se trataba de un nuevo intento pues en 1975 José Daniel Santibáñez ya editaba una. Ahora salimos con La Tira, un trabajo conjunto de 14 artistas y la escuela del cómic crece en número de alumnos; están por aprobarse
Es que él no cree tan solo en el talento. "No hace falta que un alumno sepa dibujar para estudiar esto...", dice. Señala la importancia de la técnica "...y del estilo propio. La idea es que cada uno encuentre su forma de expresarse, de que conozcan las múltiples posibilidades de este arte y se aleje un poco de la reiterada imagen del manga; identidad es la palabra clave...". De esto último, sus propias tiras son un ejemplo. "Leyendas" cuenta la historia de personajes que han vivido en el espacio de la narración oral durante años y sin querer fueron trastocados. Ese trabajo lo volcó a la investigación y a la lectura para tener un resultado inesperado: El permiso de autores o sus familias para contar esas leyendas", cuenta.
Todo con un sello particular, que ha logrado que la Subsecretaría de Cultura, la Casa de la Cultura del Guayas y empresas privadas empiecen a concebir al noveno arte como necesario, "...como aquello que nos permite ser un poco descriptivos y soñadores".
Publicado en el: Diario Expreso, sección Semana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario